jueves, 5 de febrero de 2009

el viejo antoni tàpies, de ochenta y cinco años, apenas ve. repite los movimientos aprendidos después de cincuenta años de hacer variaciones mecánicas sobre los mismos motivos. la misma pared, la misma materia, las mismas cruces y manos y pies. su mujer le lee en voz alta páginas de la marcha hacia la luz, de santideva. el atardecer le hace sentirse en paz consigo mismo. una intuición le acaricia las mejillas: lo ha entendido todo y nos lo enseña

(en el plano inicial de ¡tan lejos, tan cerca!, de wim wenders, cassiel mira la ciudad encaramado a la estatua que representa al ángel de la victoria. los ángeles viven entre nosotros, testigos quietos de nuestra miseria. paro la película en el minuto diez. ha sonado el teléfono)

la mañana es fría y tranquila. el miedo se disipa en las ventanas abiertas. ayer me costó dormir. el mundo estaba ardiendo y no había huida posible. me imaginé a mí mismo en un hotel en el centro de lima, intentando ser feliz