viernes, 30 de enero de 2009

el doctor navalón me mira y sonríe. me sorprende su extraordinario parecido físico con xavier theros, de accidents polipoètics, aunque es mucho más alto. tiene la mano izquierda con un vendaje ortopédico y, tras escucharme y examinarme, su dictamen es inapelable: virosis intestinal. eso que tú crees que es un resfriado es realmente un virus. que la colitis haya recrudecido sólo es un daño colateral. que te ahogues en un charco de mucosidad sólo es otro daño colateral. y la fiebre y la tos y todos y cada uno de los dolores, daños colaterales. mientras habla, pienso en mis nulas defensas. hay que ser estricto con el tratamiento —de quince días de duración— y las diarreas irán remitiendo, todo irá volviendo a su cauce. treinta días de baja y apretón de manos. el doctor es, ciertamente, un tipo afable

(la consulta número ocho del segundo piso del ambulatorio está abarrotada de enfermos gris ceniza, inexpresivos y encogidos. hablo con luis tirado, con quien estudié en el instituto y de quien no guardo ningún mal recuerdo, a pesar de sus años dedicados al psoe en un cargo de importancia en el gobierno municipal. él viene por nosequé de unas vacunas. luis sí tiene buen color, es bajo y fuerte, deportista. hablamos de política, de trabajo. la calefacción a todo trapo matará a unos cuantos viejos y empezará por el de la silla de ruedas en el rincón de la puerta, el que se apellida torras y apenas se mueve)