jueves, 15 de enero de 2009

buenos días. estoy en el trabajo, en uno de esos tiempos muertos en los que se decide el funcionamiento del mundo. yo, como tornillo que soy, sólo estoy autorizado a seguir rodando cuando se me diga que tengo que rodar. el resto del tiempo puedo estar confortablemente aislado en mis calores mentales. no se me exige nada porque no se espera nada de mí

escribo para salvarme. hay pocas cosas que me interesen lo suficiente como para levantar la vista y mirar el mundo. todas mis distracciones vienen canalizadas por un cable de ethernet y multitud de páginas web que consulto diariamente. en el escritorio se acumulan carpetas en las que almaceno la información que voy encontrando, en una suerte de síndrome de diógenes digital. muchas de ellas no serán ordenadas jamás, pasando a formar parte de otra carpeta mayor en la que un número indicará el día, mes y año en que decidí que estaba llena, que no cabía nada más

de fondo, la voz de maría callas. el cielo es de un azul aproximado al doscientos setenta y siente de la gama pantone con la que trabajo. algunas nubes blancas y borrosas. frío en la calle. pienso en tonterías mientras dibujo un mosaico que utilizaré en cuanto pueda

(es otra manera de matar el tiempo y de llenar el gigantesco disco duro del que dispongo. dibujos y trabajos que guardo, siempre a la espera de ser reciclados en cualquier momento. este mosaico, concretamente, es una superficie de ciento veintiún milímetros de ancho por cincuenta y ocho de alto, formada por mil cien piezas rectangulares todas diferentes. detalle de obsesivo-compulsivo: el gusto por los números redondos. el tiempo pasa tan lento que me permito el lujo de dibujarlas una a una. si no fuera así, con copiar y pegar sería suficiente, pero no es el caso)

el mundo necesita de mí ahora. por fin