lunes, 17 de noviembre de 2008

lucha constante contra la sensación de pérdida. no sé cuánto tiempo más voy a durar así, quieto, domesticado. la luz que entra por la ventana es falsa: parece de día pero sólo son las cinco y media de la mañana. no me muevo y me encojo un poquito más. míriam despierta y me abraza. todo está bien, me digo

una cama, otra. la mía me da fiebre. fiebre física. los domingos por la noche son domingos de tener fiebre, de despertar de madrugada en un puto charco de sudor y con dolor en todo lo que es susceptible de ser doblado en mi cuerpo. debe tener algo que ver con las tripas, pienso. el número de deposiciones se mantiene estable y la sangre es sólo una visitante ocasional. hago una vida bastante normal —a veces hasta me emborracho— pero los domingos tengo fiebre. y los lunes por la mañana, ganas de morirme y resucitar en primavera

(quizás no sea fiebre, pienso. quizás es que en esos momentos en los que duermo y no duermo, hay una visita al infierno. llamas llenas de demonios jadeantes con las pollas tiesas. ves demasiada televisión, me digo. demasiada basura condensada en programas que te enseñan a sospechar de todo, a ver fantasmas en cualquier mancha de humedad. fiebre o calor, tanto da. la camiseta empapada, la frente brillante, el pecho perlado. son sólo las dos de la mañana y seguro que no hay nadie en la calle)

(a esa hora, garikoitz aspiazu y leire lópez duermen en su domicilio de cauterets, en los altos pirineos franceses, ajenos a que se convertirán —tan sólo una hora y media más tarde— en la noticia democrática del día)

el lunes dibuja un surco hecho de rutina en el trabajo y frío en los pies. mi caramelo pictolín minizum de hoy ha sido de mora. es el primero en una larga serie de caramelos de melón y manzana, tres frutas con la letra m. he interpretado el hecho como un punto de inflexión en mi vida, sí. buenas noches