jueves, 27 de noviembre de 2008

imágenes que se superponen hasta hacer irreconocible la realidad, como intentar mantener una conversación telefónica rodeado por una multitud. imposible fijar la atención en algo concreto. constante bombardeo de estímulos, muchos de ellos contradictorios, deformados. dolor de cabeza

frío en la nuca. los pomos fríos de las puertas. las llaves frías en la mano. el vaho cuando camino por la calle, desvaneciéndose como una estela plateada bajo la luz amarilla. un perro mea en la calzada. escupo. la dueña pasea al perro con tacones y gabardina. podría ser katherine hepburn, pero sólo es mi vecina, una vecina más. en un futuro ideal, esperanza aguirre habría muerto despedazada por las bombas. ignasi guardans habría cruzado por charcos hechos con su sangre, pisoteándolo todo. sangre de esperanza en la suela de unos zapatos de trescientos euros. avanzar a trompicones. camino con una memoria extraíble de dos gb en el bolsillo. casi todo lo que soy está ahí metido, codificado en secuencias infinitas de unos y ceros. soy casi como la sombra de un árbol desnudo. no me puedo quitar de la cabeza el abrazo de núria ni lo incómodo de los entierros. sus ojos rojos y los dedos transparentes y fríos

tumbado en la cama. en la televisión dan cowboy de medianoche. es una película triste. pienso en un viaje en autobús, en buscar el sol y huir del invierno que se cae encima como una nube de cristales rotos. me corto las uñas de los pies y sangro en seis de ellas. un alto porcentaje con el que medir mi torpeza o mi masoquismo. una camisa de manga corta con motivos hawaianos me hará más joven, más feliz. con suerte, hasta contagie de mi alegría a la gente que está a mi alrededor. casi como una enfermedad, por el aire que respiras que antes fue mi aire. y sí, ahora tú también

tumbado en la cama. hablo por teléfono y intento sincerarme con mi interlocutor. en la televisión dan stand by me y otra vez me perderé el final. stand by me es una película sin final porque nunca he conseguido saber cómo termina. corey feldman ahora pasea sus miserias por películas sin pelo y river phoenix hace un millón de años que está muerto. pienso en cómo debe ser que a uno lo incineren. descansar en una urna de madera color caoba de treinta centímetros de alto, al lado de un televisor siempre encendido

tumbado en la cama, algo me angustia. en mi cabeza se crea un estrépito. una estantería que cae, libros por el suelo, el fin del mundo o algo así. intento calmarme. la estantería está bien, me digo. me levanto, lo compruebo, puede aguantar así otros mil años, peligrosamente curvada por el peso de los libros. sólo sucede que soy incapaz de pensar en nada más. obsesión, obsesión con que las cosas se caen, se rompen, se todo

(encajo un golpe, encajo dos, los devuelvo con mínimo convencimiento, salto, esquivo, sangro, sudo. la vida se ha convertido en veinticinco metros cuadrados en los que buscar la felicidad)