jueves, 9 de octubre de 2008

el sonido del taladro porque están colgando cosas en el piso de abajo. el martillo golpeando deprisa, toc toc toc. la tarde gris que se deshace en gotas de lluvia. aitana está enferma y me preocupa. la primera papilla de frutas coincide con un virus, fiebre y diarreas. intento pensar cosas bonitas para que le llegue algo de esa energía, una especie de rayo de sol que me nazca de las manos y dibuje cosquillas en su tripita

me gusta estar con ella. me hace sentir humano. un humano de algo mejor que plástico barato. aitana no llora casi nunca y eso también está bien. no me desespera como víctor, mi sobrino. haga lo que haga, él tiene el llanto como saludo

despierto temprano, minutos antes del despertador. tengo un sueño extraño. he vuelto al barrio donde crecí. pisos vacíos y sucios. en un sótano está pilar, la hija de benita. hace un millón de años que no veo a esa niña. ahora debe tener unos treinta y pocos. está desnuda en una sillón de dentista. se masturba y no puedo evitar besarla. su lengua es suave, como lamer gelatina hasta que se deshace. sí, me gusta besarte, le digo, y despierto

(en una revista descubro una fotografía de natalia verbeke sonriendo. no me gusta esa chica, pero se parece a pilar en los hoyuelos, en la forma de la cara. no en los ojos, no, porque ella los tiene rasgados. el camino de la realidad al sueño y el trayecto inverso)

en muchos sueños tengo una necesidad grande de marcharme, algo así como una cita ineludible lejos de. el acto imprescindible de abandonar lo que esté haciendo y volver, sin tener claro lo que ello significa. me imagino a mí mismo como el conejo de alicia en el país de las maravillas. muchas veces despierto con la sensación de estar todavía en otro lugar, de no haber regresado, de estar todavía en el trayecto. éste es un mundo extraño, sí. siempre huyendo, F