sábado, 11 de octubre de 2008

el agua caliente hasta no poder soportarlo más. el olor espeso a almendras dulces. la toalla granate y el vaho en el espejo. poder escribir todos los nombres allí, con el dedo, pero no hacerlo, mejor no

la ropa se amontona encima de la cama, la gente en la calle, el sol en las mejillas. los zapatos atados con cuidado. poco a poco desaparezco en la riada, cruzando un semáforo. nadie sabe nada de mí y todos ellos pueden ser transparentes si me acerco un poco más

mi vida como un fantasma. toco su vientre con un dedo. ella sonríe, dice una palabra, yo niego. me gustan sus caderas anchas, sus ojos cansados. tengo la sensación de que todo empieza a desmoronarse a mi alrededor y, por primera vez en mi vida, no me importa