viernes, 5 de septiembre de 2008

tarde gris, metálica, caliente como una herida infectada, y la calle llena de gente que me revienta

juan el lobo, con sus idioteces que siempre derivan a lo mucho que le gustan las negras, su vasectomía y el conflicto catalán-castellano, algo que sólo ve la chusma aislada y resentida como él

juan jesús y el titi, mariconas perdidas que rajan, sin cortarse, de cualquiera que pase por su lado. saludo sin detenerme, sin mirar, sin esperar nada, con sus ojos clavados como metralla en mi espalda. hacen que me duela el pecho y los oídos

ferran, comprando medicinas para la muela del juicio que le sacaron el martes. las cosas de las que hablamos cada vez son más falsas, más grises. pienso en cómo podíamos ser amigos mientras se aleja calle abajo, con un saco de paracetamol bajo el sobaco

pepu, con su pelo blanco y su infinita superioridad en su nariz afilada. está dentro, sentado en la mesa del centro del bar de paco. me hago como que no lo he visto y no saludo. un cartel dice que el aforo es de treinta y ocho personas. no, no quiero vaso, gracias. tendré que entrar a pagar la cocacola tibia que bebo a sorbos en la terraza. ya se me ocurrirá algo, pero no quiero volver a entrar allí

una madre rubísima y una niña a la que aparta a manotazos. ella pide gimoteando que le dé la mano y la madre la ahuyenta como si fuera una alimaña. así aprenderás. qué tiene que aprender? cómo se puede ser tan hijadeputa? la madre tiene los pies feos, jodidos a martillazos

como si fuera un ángel que sobrevuela la ciudad, paco. paco como un pincel, con una maleta atada con una cuerda. una maleta preciosa y vieja, marrón, de plástico fino, con cremallera y atada con un cordel. una imagen de otro mundo y otra vida. se casa mi sobrina y me voy esta noche a zaragoza. en el bar se quedará vigilando josep. paco infinitamente paco martínez soria. las vacaciones de paco —con toda la suerte del mundo— en la ciudad no es para mí