sábado, 6 de septiembre de 2008

la felicidad hecha de cosas diminutas, una calle con sombra, un roce en el bar, una sonrisa en el supermercado, verla caminar quince metros delante de mí

aitana duerme en su carrito rojo mientras el sol deshace las calles. las palomas vuelan a nuestro alrededor como pequeños fantasmas ruidosos. cuando se despierte, le haré muecas para que se ría todo el tiempo. si yo me despierto también puedo ser feliz

me gusta begoña. hoy hemos comido juntos y hemos visto la televisión mientras nos quedábamos dormidos en el sofá. a través de las ventanas abiertas llegaba el ruido de la calle, una espiral de voces y canciones desvaneciéndose entre las líneas de una pista de tenis

me siento sucio y no dejo que ella me toque. mi polla es un cuchillo oxidado, un trozo de metal muerto, áspero y rojizo. quizás con el tiempo cambie eso, pero ahora me apena que me toque. sus manos huelen a sexo deliciosamente salado

más tarde llamará virginia y bego me acompañará hasta la estación de tren. gotas de una lluvia tranquila llenan la calle de lunares pesados y lentos, dispersos, como de despedida