domingo, 4 de mayo de 2008

un grupo de chicos bellísimos y aniñados saltan desde las ramas bajas de un árbol que hunde las raíces en la orilla de un río tranquilo. bañadores de colores brillantes y bolsas pegajosas llenas de cola, risas flojas que chapotean. es domingo y la ciudad crece a lo lejos, detrás del puente de hierro

(una sala grande y oscura, el sótano húmedo de una nave industrial. las raíces del mismo árbol cobijan a hombres sucios de barro que duermen. montones de televisiones y pantallas de ordenador como ojos gigantes vigilándolo todo. intento escribir un nombre —jesús— con un mando a distancia pero no sé hacerlo, tengo los dedos torpes. vámonos, dice alguien a mi espalda)

betty me despierta. ha aprendido a abrir la puerta y estira del edredón, ya es tarde para mí