martes, 27 de mayo de 2008

núria y yo bebemos campari en la terraza de su casa. sitges es un bonito sitio para vivir, pero no puedo detener el tiempo. venecia se hunde en las aguas cada vez más sucias. en todos los pueblos de mierda del extrarradio de barcelona hay un bar que se llama venecia. allí los amantes se besan en mesas que conocieron vidas más limpias que ésta, haciendo planes que no pasarán de elegir el color de la pintura de una pared concreta que, con el tiempo, se llenará de desconchados y rencores por las cosas que no se dicen. verde manzana, verde pistacho, azul anís

núria me cuida y el sol me hace cosquillas en la nariz. ronroneo. me podría beber toda la botella de campari pero después sería horrible, porque cuando estoy borracho pienso rápido y en muchas direcciones diferentes. el azul del cielo se me caería encima y me resbalaría al salir de la ducha

(un te quiero es suficiente para volverme invisible. lo pienso en el tren de vuelta a casa. la gorda cargada de hijos que está justo a mi lado huele a almendras y es bonito, inesperado)