miércoles, 21 de mayo de 2008

me gustan los albaricoques. mientras ceno, pienso en las fotos de esta tarde, todas con el denominador común del civismo en un barrio de montcada i reixac con un nivel alto de población inmigrada. niños y niñas de un montón de colores diferentes aprendiendo a ser personas en un mundo —la catalunya de comienzos de siglo veintiuno— que no tiene un lugar para ellos en el futuro. nunca dejarán de ser ciudadanos de segunda o de tercera, condenados de antemano a tener un trabajo de mierda en un pueblo de mierda, a vivir en un piso de mierda, a dar explicaciones sobre lo bien que hablan el catalán —o el castellano— cuando todos han crecido aquí y es lo normal en un sistema educativo como éste, de inmersión lingüística y su puta madre. por eso le enseñamos al negro, al moro, al sudaca, lo importante que es no tirar la mierda al suelo y respetar al vecino, con paciencia, con buenos modos, para que cuando les dé por quemar coches y fábricas ya estén mansos como perros pequeños

me revienta el paternalismo que se esconde detrás de casi todos los trabajos que hago. más que diseñador gráfico, soy una puta con la boca sucia de tanto comerle la polla al político que más manda en el momento

(y también cerezas, cerezas dulces que me calmen un poquito, que me limpien por dentro)