jueves, 29 de mayo de 2008

el tanatorio está lleno de gente, caras serias y conocidas. un calor asfixiante. siento la espalda húmeda y la frente. me seco el sudor con la palma de la mano. dos entierros a la vez son demasiada gente para un sitio tan pequeño. isabel llora en la sala dos, desencajada. ella tiene las mejillas de heidi y los ojos muy azules. silvia, su hija pequeña, me cuenta cómo fue: un infarto cerebral en plena calle, ambulancia, tubos, medicación, muerte. desconectar el respirador cuando ya sabes que no hay nada que hacer. todas las venas han estallado y su cabeza es un charco rojo y denso que poco a poco se detiene

(hablo con él todas las mañanas desde hace años. vive al lado del estudio y nos encontramos cuando ambos nos vamos a trabajar. es un tipo joven todavía, sano, fuerte, de esos que siempre se ríen, pensando siempre en las vacaciones, en los años que le quedan para jubilarse, en los domingos a bailar con su mujer. si tuviera la mitad de ganas de vivir que él, no me costaría subir esa puta calle. es algo en lo que pienso todos los días desde hace años)

(una sensación de dejà vú. las mismas caras que en el entierro de hace dos semanas. otra vez la misma familia, otro tío de isa, esta vez por la familia de su padre. ahora recuerdo que le hice la imagen de su empresa, una pequeña constructora. unos bloques de color naranja y unas letras sólidas, ariza moreno, como logotipo. me muerdo el labio para no llorar)