viernes, 16 de mayo de 2008

al ataúd le pongo palabras porque no dejo de pensar en él y en lo que esconde. hoy cayó una lluvia finita que me dejó las gafas llenas de puntitos brillantes. miré hacia arriba con la seguridad de que no tenía que sucederme nada malo y fue entonces que pasó todo. también pensé más en la gente que había ayer en el entierro —estableciendo diagramas de venn, en una primitiva teoría de conjuntos con líneas mentales de colores— y se me aceleró el corazón a trompicones, como si fuera un motor demasiado viejo. dentro de un rato vendrán juank y marina y saldremos aquí o allí, no hay más. cambiaría mi vida por otra, la que fuera, y intentaría aprenderlo todo de nuevo. mi autobiografía no encierra ninguna sorpresa, de verdad. buenas noches