miércoles, 9 de abril de 2008

ana carbó es un coche bomba y yo soy la clase de tipo que continuamente necesita explosiones en su vida

así que cuando veo un mensaje suyo en el móvil, anunciándome que acaba de llegar a barcelona, en el primero de una serie de viajes periódicos a la ciudad por motivos de trabajo, y que si quiero verla ya sé lo que tengo que hacer, el corazón se me acelera en un vuelco, la rutina del día se desplaza unos milímetros de la ruta prevista —los milímetros que apartan nuestra vida del desastre— y dejo de pensar con claridad. sigo trabajando, sí, pero realmente tengo la cabeza en el universo paralelo que vive entre sus piernas y un millón de recuerdos vinculados a su boca y a su cerebro. algunos me aterran y otros, por el contrario, son pequeñas gemas de sol

hay madrugadas en las que ella me acompaña, pero no se lo digo desde hace meses, porque no sabría cómo ni por qué. ella y yo teníamos siempre otro millón de palabras muy amargas dispuestas para jodernos la noche. yo más, sí, ya sé. ella sacó lo peor de mí

pero supongo que no importa todo lo que haya sucedido en los últimos meses: ahora sólo quiero que todo estalle una vez más. qué es lo que tengo que hacer? marcar un número de teléfono, quedar en un sitio, hablar, reírnos? puede suceder algo más? no lo sé, sinceramente. de momento, sus teléfonos suenan y suenan, en un latido eléctrico que todavía no es voz

picor en la garganta y un montón de canciones en la radio