viernes, 22 de febrero de 2008

una cosa es cierta: nada puede ensuciar lo que yo diga, ni tan siquiera los gritos de igor portu mientras es torturado por la policía. vivimos en libertad, con un equilibrio perfecto de estructuras y coyunturas en el que los demócratas confiamos plenamente. bebo el vaso de un trago: me cago en su puta libertad. todo es oscuro porque el clinc-clinc del hielo encierra la luz que te regalaría

he salido por primera vez esta tarde, con juank y daniel. un ratito en el local, el bar de siempre que no cambia nunca. tino está bonito, con esa barba y ese beso grandote que me da, estrujándome la cara. me alejo en una voluta de humo, dos y tres. no sé hablar de nada y ellos se dan cuenta

(te pueden hinchar de anfetaminas. así, te vuelves loco entre los gritos de ellos y los tuyos, a cada golpe te vuelves más y más loco y el corazón se te acaba saliendo del pecho hasta ahogarte. nadie sabrá nada y será tu palabra contra la suya. ellos pueden hacerte lo que quieran)

todo eso sucede hoy, alrededor de las cervezas de mis amigos y mi vaso de agua fría. pienso en julie doiron y en cómo se parece julie a una chica con la que una vez compartí una tarde y un poco de amor. era bonito acariciarle los tobillos y sentirla muy cerca, con su voz suave enroscándose en mi cuello. qué estará haciendo hoy esa chica? cena informal en casa de amigos de su marido. asfixia en el momento de los brindis y antes de

(tengo suerte. la luz, el color rojo de todas las banderas, las cosas que nos separan y las que nos unen, como el latido gigante y hermoso de un corazón de colibrí. murmuras una canción. no te alejas nunca)