viernes, 14 de diciembre de 2007

un frío de los que se clava en las mejillas como si fueran agujitas de acupuntor maloliente. viernes, un viernes helado y dormido, lejano y silencioso. mientras camino a toda prisa hacia la oficina, siento un agujero tembloroso entre las piernas. allí donde, hace tan sólo una hora y media —justo en el ring del despertador— estaba todo-aquello-genital, ahora se resume en una arruga tensa, un chancro, una herida, un boquete en el que apenas queda asomo de vida. imposible pensar en nada, pues, salvo llegar a las tres de la tarde con vida dentro de uno

(porque fuera la vida sí está: estornudo, moqueo, gruño, trato de enfocar la vista sobre los papeles de encima de la mesa sin conseguirlo del todo. buenos días)