mediodía con mònica y rafa. con crema de calabacín, con salmón a la plancha, con helado de vainilla, con conversación llena de agujeros. mediodía en el gil, en un pueblo pequeño en el que todo el mundo se conoce, con calles demasiado pequeñas como para no encontrarse con en esta esquina o en aquella
por mucha vuelta que des, las cosas que hiciste mal siempre te acaban cazando
de una lazada ágil caes al suelo. allí todo se acaba
marta besaba bonito. follábamos en el comedor de su casa cuando sus padres no estaban. sus hermanas mayores me odian. no sé qué decir sobre eso. marta no tenía la piel suave
marta fuma, tres mesas delante de la nuestra. la de los desgraciados en comida de trabajo, no. la de la chica de nariz grande con el novio, tampoco. la de la chica embarazada con su pareja en chancletas, tampoco. la siguiente. no la reconozco directamente, pero sí a su marido, un tipo con gafas que es un animal calmado, manso, como tantos otros. los recuerdos que tengo de él son de esas noches de fuego con pau y joan pere, hinchados de alcohol barato. ahora todo es diferente y no tenemos grandes motivos para decirnos nada
seguro que se me ocurre algo cuando tengan que salir para no tener que saludar
efectivamente