miércoles, 29 de agosto de 2007

en el tren de vuelta, el chico de justo enfrente me mira. intento aguantarle la mirada pero él me gana, está claro. sigo leyendo la nocilla y él pasa las páginas de varias revistas que lleva en una bolsa. me fijo en su barba. es una barba de mierda, la clase de pelos que te salen en la cara cuando tienes dieciséis años. pelos que tardan un montón en crecer y que no te hacen más mayor, al contrario. lleva un ipod blanco y viste como casi cualquier adolescente

me he sentado en una butaca que estaba casi bajada por el peso de la anterior persona que viajaba en ella. una persona pesada, gruesa, porque cuando yo me levante veinte minutos después, subirá perfectamente. su olor lo llena todo, un olor a sudor fuerte, no desagradable pero sí fuerte. pienso en un olor sexual y mojado. un olor a persiana a medio bajar, a plastiquito de condón en el suelo, a crema lubricante sin cerrar en la mesita de noche. olor a sábanas sucias y a sexo de siesta. imagino cómo sería follar con ese chico. no me atrae. por el contrario, me fijo en la negra de tetas enormes que sube en torre baró. no me gustan las negras. no son suaves. o, al menos, creo que no. y las cosas, todo el mundo sabe eso, es suficiente con creerlas, no con saberlas. pero esa chica tiene unos tobillos perfectos y unas tetas enormes en un vestido blanco y negro de motivos pequeñitos. ella sólo mira al techo o por la ventanilla. sujeta el bolso y se acomoda. el paisaje de la gran ciudad en sus labios de color granate

el chico mira. realmente, ha estado mirando casi todo el tiempo mientras yo me escondía en la nocilla. ambos nos bajamos en la misma estación y caminamos entre la gente al mismo paso lento. bajamos las escaleras y cruzamos la puerta al mismo tiempo. allí nos separamos. miro en el escaparate de la panadería. hay pizzas con mil cosas de colores y me da por pensar en los amigos de ese chico

detrás de mí ahora sólo hay una chica embarazada, tanto que parece que va a estallar de un momento a otro

y no quiero estar ahí para verlo