domingo, 21 de febrero de 2016

(yo, que llevo treinta años muerto como muertos están todos los amigos del invisible salvador sans —las mismas manos encogidas, los dientes negros clavados en treinta kilos de derrota—, toso y camino, escucho con claridad la voz de su madre hablando desde la quemadura atroz de sus nudillos, llorando en sus huesos enfermos, tejida en la ropa sucia)