martes, 24 de marzo de 2015

(aquí, dentro del muro del foso que divide y aisla la ciudad del norte, detrás de tres grandes puertas metálicas, una habitación luminosa donde amontonar libros y ropa y comida después de la fiesta de cumpleaños del amigo oriol soler. los invitados —jóvenes matemáticos, empleadas de banca,  guías turísticos a sueldo de la embajada italiana— trazan líneas en pequeñas hojas de papel, uniendo los números previamente impresos según un criterio cambiante, huidizo, errático, propio de los civilizaciones que se apagan, buscando el orden, la esperanza esquiva. dónalfur señala un punto en el mapa de la antigua ciudad de samarqand, mil veces santa para nosotros: la cárcel de los huérfanos, el teatro, el hospital)