(y la ciudad era la misma ciudad de hace una semana, subterránea, negra, húmeda como el vientre de la única ballena, con todas las escaleras desembocando en un aparcamiento gris y tembloroso, desafiando las leyes de la física a tres kilómetros de profundidad, imágenes pixeladas de una cueva caliente, una mina de carbón donde no despertar nunca, sueño dentro del sueño dentro del sueño y de la vida que el exilio me envuelve)