sábado, 3 de mayo de 2014

(centrado en seguir robando libros de la biblioteca que hay al final de la ruta de autobús, sigo con la serie de artículos que hablan de viktor pankrashkin y de cómo enloquece hablando de la podredumbre occidental que gira alrededor del culto al voley playa, las grandes cadenas de oro y la telebasura de debates. él, como gloria viva de la unión soviética a pesar de tener las rodillas de cristal, siempre es un faro, un espejo en el que buscarse)

(dejo esos libros —lovelace, mcguinness, fernández armengol— en la piscina de la casa de ramón, al final de la calle serragalliners, debajo de una tumbona. las aguas son negras y aceitosas, niñas desconocidas saltan entre risas, tardan en salir, respiran bajo el agua, son tritones)