domingo, 20 de abril de 2014

(hundo mi cuerpo en la silla como se hunden las piedras en los lagos, bebo mi cerveza y lo hago sin ansia, atento a las conversaciones que se cruzan sobre la mesa —él nada y ella mira, tiene frío, está tan abrigada como en los primeros días de invierno, toman fotos, sonríen, la vida es tranquila allí, en el mar, entre las piedras—, a los movimientos de las manos, las manchas en la piel, los huesos deformados por la artritis, la música de fondo, el brillo de las joyas. mastico mi animal —un cerdo joven y suave, razonablemente feliz hasta el cuchillo—, aprendo de él, me asaltan las dudas, camino hasta la puerta, empiezo a correr)