sábado, 9 de noviembre de 2013

(hay una mujer albina que se despide de sus alumnos y echa a correr, perdiéndose en una calle oscura que sé que se adentra en el bosque, el mismo bosque que mañana estará lleno de niños de colores corriendo como ponis rabiosos, animales a empujones queriendo ganar el futuro con mayúsculas doradas)

(pero sigo y sólo veo un gigante asombrado rodeado de más niños, suenan las campanas y son las ocho de la tarde, un hummer atascado en una calle peatonal atestada de gente y una boda a la que llego tarde porque me pesan las piernas y caminar deprisa es como hacerlo en el fondo del mar, un millón de atmósferas de presión a cada paso y los espejos llenos de peces abisales, jadeos y diarrea apretándome el recto con puño de plomo, el sagrado corazón de jesús en el pecho de cada invitado)

(la novia más hermosa es la mujer con la cola del vestido manchada de barro y sangre, sonríe porque me ha perdonado, tiene la espalda tatuada de dragones y lotos y tierra de nadie en el pubis, camareros filipinos preparan jeringuillas con buen jaco afgano porque esta vez sí vamos a ganar la guerra al despertar)