sábado, 16 de noviembre de 2013

(las mismas manos de salvador sans —imagina a jim jarmusch enfermo y tambaleándose, apenas treinta kilos de piel y hueso y polvo, dientes negros y palabras lentas, resbalando, cayéndose del acantilado, estrellándose contra las rocas, desapareciendo en el agua sucia—, su mismo abrazo con el corazón, hacía tiempo que no te veía, me dice, pensé que te habías muerto, me dice, hijoputa, le digo, río, reímos, yo pensaba lo mismo pero callo —debo callar— porque salvador sans ya está muerto, lleva muerto la vida entera, nació muerto y ahí sigue, confundiéndonos a todos, el muerto más hermoso de la calle montcada)