sábado, 16 de junio de 2012

(carlos y yo metemos su ropa en las cuatro maletas, gruesas chaquetas de lana tejida a mano a pesar del calor, días de vacaciones, el taxi nos lleva a través de bellvitge, comemos pipas en el tren, grandes y saladas, sed al despertar, recuerdo mis viajes, pienso en lourdes, siento pena, siento vacío, siento mi propio cuerpo envuelto en plástico, asfixiándose en la casa a oscuras)

(entramos en la iglesia, la luz cae sobre el altar a través de la estructura hiperboloide del visionario gaudí, un pequeño cofre de plata me llama la atención, filigranas con la vida de san juan bautista y jorge el redentor, lo robo porque pienso que está lleno de tesoros)

(al salir de la iglesia estamos en una playa de guijarros color carne, abro el cofre y está lleno de hostias, las dejo caer sobre el agua viendo cómo se deshacen, tres mujeres se ríen y tienen frío, tienen los brazos con quemaduras amarillas, pienso en chernobyl y pienso en pingüinos que se besan y se odian, lanzo la caja al agua y me arrepiento, consigo recuperarla pero ahora no puedo salir, casi puedo tocar la superficie, a mi alrededor flotan grandes trozos de piel humana, otra vez la luz de la iglesia, hermosa y dorada, limpia, azul, despierto, apreto los muslos, me muerdo la camiseta hasta empaparla)

(robo porque estoy cansado, porque estrello la puta cabeza contra cualquier pared buscando un túnel, porque estoy ardiendo y estoy desbocado, porque la violencia me apreta el corazón, porque siento que se acaban las cornisas y las excusas y sólo es sábado)