sábado, 31 de marzo de 2012

(tu padre ha muerto, dice mi madre, y he comprado una palmera para poner sus cenizas. bien, claro, respondo. acabo de llegar a casa y es un sueño. justo después, como si el tiempo estuviese doblado sobre sí mismo, vuelvo a entrar por la puerta y el comedor está lleno de gente que no me resulta desconocida, la palmera ha crecido y las raíces han reventado el patio y el agua se filtra al parking y tenemos que pagar los destrozos, hasta muerto sigue jodiendo, despierto, le cuento el sueño a mi madre, ambos reímos, viernes de primavera)

(no dejo de pensar en una mujer en la manifestación del otro día: histérica, golpeando las mamparas externas del mercadona de la plaza pere quart, es alta, delgada, con gafas, sobre los cuarenta, lleva una chaqueta tejana con una bandera republicana cosida en la manga y el pelo recogido en una coleta, grita y insulta, nunca antes la había visto pero conozco a su pareja, se llama sebastián, tiene los dedos grandes llenos de pintura y la cara quemada por el sol)

(pienso en las lecciones morales que todo el mundo está dispuesto a dar, en aquellos que lo tienen todo tan claro y caminan a treinta centímetros del suelo. pienso en las imágenes del starbucks ardiendo y en lo que significa violencia y en qué líneas estaríamos dispuestos a cruzar. pienso en lo que me separa de la gente que está a mi alrededor, en la gente que quiero aunque no sepa cómo, en todos mis buenos propósitos que sólo son rayitas en un papel)

(la familia de sebastián hizo la vendimia en francia durante los últimos sesenta y los primeros setenta, en el barrio era respetados por ello, buena gente trabajadora, con el dinero que ganaron abrieron un bar —bar parada, en la carretera de barcelona—, eran un montón de hermanos y sebas era el penúltimo, todos grandes y idénticos, cabezones, con los ojos tristes y la nariz aplastada, jugábamos juntos cuando teníamos catorce años y nadie le podía quitar la pelota, no es que fuera bueno, es que era una puta bola de sebo que tardabas una semana en rodear, ahora no, ahora sólo es una montaña de farlopa y repentina conciencia social)