sábado, 11 de febrero de 2012

(luna miguel califica a janne teller de punk femme. pienso en lo que significa ser punk, en los punks que conozco —verdaderos muertos vivientes, andrés el mudo es el último punk, el último punqui, el último punco, el último pursi, el último hombre con el que querrías follar—, en los punks que fuimos cuando ya no existía el punk y sólo había venas llenas de mierda y vómitos y canciones con más decibelios que palabras en los ochenta, pienso en paul morley, punkette con estudios superiores de cuando el punk era punk y sólo era el yermo rabioso, inconsciente y grasiento que uno pateaba después de la crisis del petróleo, después de la thatcher —la de verdad, no ese almíbar que es meryl streep—, los setenta, pienso en los dos críos con cresta que conozco, en los términos, los significados y los usos, en el bofetón que necesita más de uno)

(son las ocho de la mañana y no hay futuro, no lo había antes y no lo hay ahora. busco fotografías de janne teller a través de google images, una señora danesa que escribe —según la ubicua poeta— cosas espezlunantes, será por eso que es punk. mamadas de cien euros sí son punk. y el día da miedo porque yo doy miedo: desde hace unos días pienso obsesivamente en czesława kwoka y en wilhelm brasse, el autor de sus tres únicas fotos, perfil, frente y escorzo)