miércoles, 11 de enero de 2012

(regreso a hamburgo. el apartamento es pequeño, con el suelo de madera vieja, un solo espacio con cocina americana, por la única ventana se ven las grúas del puerto, gigantescos polipastos oxidados moviéndose como insectos)

(uno cocina lo poco que cocina en un hornillo eléctrico, ahorra para comprar naranjas, guarda las pieles para hervirlas con canela y tomar el agua como infusión)

(en el lavabo hay un grifo que gotea a intervalos de gota cada dieciséis segundos. molestó la primera noche pero enroscándole un trapo que cayera hasta la loza dejó de ser un problema)

(mejor no fumar aquí, si abro la ventana para ventilar se iría el calor ganado durante los días. guardo la ropa limpia en un armario empotrado, de la sucia no me preocupo todavía, así que está doblada en el suelo, capas de calcetines, camisetas, calzoncillos formando un montoncito que crece a cada ducha)

(hoy una chica me ha pedido diez céntimos por la calle pero sólo llevaba un euro, así que se lo he enseñado y le he pedido disculpas. creo que ella no ha entendido por qué)

(exilio interior. en el bolsillo del abrigo, un cortaúñas, un pendrive tdk azul con dos películas —intimacy, de patrice cheréau; notre jour viendra, de romain gavras—, un trapito rojo para limpiar las gafas y un reloj de pulsera casio, manecillas cayéndose lentamente)