lunes, 26 de diciembre de 2011

(un hospital neurológico que sólo es un edificio vacío y sucio, sin camas, largos pasillos y habitaciones de baldosas grises, en la puerta nos espera un autobús amarillo con rejas en las ventanas, somos un grupo en el que no conozco a nadie, uniformado en batas blancas abiertas por detrás, el hombre que viaja a mi lado habla por teléfono con su padre, le cuenta que no controla los esfínteres, que todo el mundo en ese autobús se caga encima sin darse cuenta y que nos evacúan hacia el este, siento extrañeza, tiene que haber un error, yo controlo perfectamente mis esfínteres, estoy sano, no sé qué hago allí, hay una doctora joven que me mira y señala mi asiento)