sábado, 31 de diciembre de 2011

(el hombre de la ferretería no tiene apenas voz, es alto y flaco, leptosomático, canoso, sobre los sesenta, se mueve lentamente dentro de ropa demasiado grande, la papada le cuelga como una bolsa de carne muerta y, bajo ella, una cicatriz rosa oscuro que tiembla y me hipnotiza)

(vuelvo a casa por navidad, turrones el almendro, y me cruzo con andrés el mudo, las manos sucias, los dientes negros y mucho más que podridos, veinte años sin vernos y sigue borracho a las cinco de la tarde, nunca besarías su boca ni sus párpados cerrados, el punk ha muerto y no ha resucitado, se arrastra hasta la casa de su hermana, la nuca llena de canas y el lenguaje incomprensible de quien ya no está en ningún lugar)

(triste noche la última noche del año. he salido hace un rato con isa, una infusión en una cafetería llena de gente, la conversación, las flores de su vestido azul, el olor del pan saliendo del horno, feliz todo)