viernes, 23 de diciembre de 2011

(el gordo se quita el abrigo azul y enseña una camiseta vieja de manga corta, sudada en el pecho y el vientre, resopla, se sienta, se encoge y mira por la ventanilla hacia el tren del andén contiguo)

(la mujer es rubia teñida y se acaba de levantar. alguien debería decirle que las uñas postizas —como cualquier otra prótesis— deben ser llevada con dignidad. a pesar de ello, juega con destreza sobre la pantalla de su iphone: su whatsapp es el puto satán)

(ruth o raquel, una resuelta y moderna viejecita de metro y medio, reza el rosario discretamente, con concentración mariana, muy en los tiempos que corren. lleva un bolso vagamente étnico y un anillo de oro con una cruz en el centro: está casada con dios padre)

(la chica filipina me mira, a la próxima le saco la lengua, no lo hago, sería capaz de sonreír y entonces no sabría qué hacer. manos de dedos largos, escribe en una diminuta libreta lila, la imagino desnuda, dejo de pensar, barcelona es el vertedero de sao paulo)

(primer día de vacaciones, compro un regalo para isa, desde un cibercafé en la calle xuclà mando unos correos electrónicos, diez minutos, cincuenta céntimos; un violinista, cincuenta céntimos; kleenex por la calle, cincuenta céntimos; la vida a la mierda, completamente gratis)