domingo, 3 de julio de 2011

el chico de la camiseta del rosario central besa a la chica de las uñas pintadas de rosa, él lleva escrito en la camiseta que yo he tocado fondo o he empezado a caminar en círculos como un animal sin cabeza o un juguete estropeado, es sábado, es el último tren, es una cadena de pensamientos recurrentes acerca de un tumor cerebral

me duele la cabeza, pienso mientras la chica del vestido negro diminuto, los taconazos dorados y la purpurina en las mejillas abraza a su chico, un latino serio de ojos cerrados y cara de cartón. me gustaría poder decirle que me queda una semana de vida y que es por eso que vuelvo a casa en ese tren, porque me acabo de regalar una sudorosa tarde en barcelona, perdiéndome por calles en las que sólo hay vacío y el fantasma de nu nu acechándome detrás de todas y cada una de las mujeres con las que me he cruzado, ella no preguntaría quién es nu nu y se limitaría a abrazarme fuerte, dejar que el paleto de su novio se cayera al suelo y se rompiera la puta crisma y decirme cualquier cosa bonita acerca del amor, de la esperanza

pero son millones de cosas que no sucederán jamás, claro. ceno ensaladilla rusa, la como despacio, bebo café, hace un calor asfixiante en la calle, he salido un rato con araceli porque era su cumpleaños y me ha invitado y hemos hablado y casi he sentido que podía ser una persona normal. no estás cómodo aquí, ha dicho ella, detrás de su camisa de gasa y sus gafas persol, no estás cómodo, he repetido mentalmente, después nos hemos acompañado al tren y al metro mientras odiábamos barcelona en voz alta con un sinfín de tópicos: los poetas, el calor, los turistas, convergència, gràcia y un etcétera sin más interés

porque es más fácil odiar a un turista que se pavonea hinchado de sangría guarra que confesar que vivo aterrorizado por la perspectiva de seguir vivo. un nudo en la garganta y un chico con la camiseta del rosario central, él no lo sabe pero su camiseta dice que he tocado fondo, todos sus tatuajes dicen que he tocado fondo, la suela gastada de sus vans dice que he tocado fondo, después he apagado el teléfono con mil doscientas llamadas perdidas y cuatrocientos mensajes y me he concentrado en imaginar un crecimiento anormal de células en mi cerebro, algo que, con el tiempo, producirá mareos, cambios en la percepción de los olores, en los estados de ánimo y vómitos abundantes, cosas así, puto trayecto en tren, no termina nunca

tiempo suficiente para imaginar el desierto como un gran donut en el que cualquier huida está condenada al fracaso, para pensar en la madre de begoña con la quimio y la radio, para intentar tragar saliva, quitarme las gafas y cerrar los ojos, trasiego de cuerpos que suben y flotan, la noche en vela

(ya cerca de casa, en la esquina de las calles padró y balmes, una chica ha bajado la ventanilla de su coche, uno pequeño y blanco y sucio, y me ha preguntado cómo llegar a barberà, izquierda hasta la gasolinera, derecha cruzando el puente, derecha otra vez y todo recto, no es difícil, suerte y fiesta mayor)