jueves, 2 de junio de 2011

hablo con joan pere porque nos hemos encontrado en la puerta de casa, tres años sin vernos y todo sigue igual, en un punto inconcreto de nuestra adolescencia, grande y acogedor como siempre, salvo que ahora habla como un puto maestro zen, un puto santón de mierda, un paulo coelho cualquiera con la boca llena de coaching y autoayuda. me distraigo con carla, su hija de un año y medio, es preciosa y sonriente, los dientitos redondos y separados, los pies fríos, se ríe cuando le saco la lengua, es un bonito y amistoso cachorro, débil como todos los humanos

joan pere y yo cambiamos correos electrónicos, no hay mucho motivo para escribirnos y quedar pero ahí está el intento. nos damos la mano el despedirnos y las tiene calientes y sudadas, siento asco y sonrío