jueves, 9 de junio de 2011

apretar el gatillo. aliento sobre el cristal de la ventana, una nube de color blanco que se desvanece sin un nombre escrito, una pelota de plástico con estrellas dibujadas, doscientos tres milímetros de diámetro en un trozo de pvc, multitud de colores, una bicicleta nueva en un catálogo de supermercado, el cuadro es de acero, fotografías que pasan de mano en mano, salgo en algunas, alguien las escaneará y volverán a llegar, esta vez por correo electrónico, aburrimiento, todo mezclado

en un engrudo de fotografías movidas, conciertos, casas ocupadas, cuerpos y luz oscura, nubes de alegría cazadas al vuelo, tragar saliva, bucear en un fantasma, soñar despierto, decía

decía que soñar despierto era vivir en una isla y tener sábanas blancas y ásperas y esperar que sucediera algo; que era comer naranjas en una habitación con vistas al puerto de hamburgo, todo barcos y grúas, un armario con una vida colgando de una percha

insistía en que era caminar a medianoche, salir de casa en máximo silencio, de puntillas, pensar que puedo llegar a donde quiera y que nada malo va a pasar y que nadie me va a echar de menos, qué tramposo

volvía sobre mis pasos, atrapándome en un fantasma que pesa como el plomo, un fantasma que camina por el fondo del mar con los ojos bien abiertos y a veces viene y me muerde el corazón, como ahora, que me arrugo y me siento ridículo, su puta madre