miércoles, 6 de abril de 2011

una cesta con fruta, un bote con pasas, un mensaje de S en el teléfono a mediodía. hoy había quedado con les para ver el puto partido de fútbol y no tengo ganas, mejor cenar temprano y dejar de pensar, él también lo verá en casa, la misma canción lejana

sueño que vuelvo caminando a través del bosque, es noche cerrada, conozco el camino de memoria pero podría perderme en la única encrucijada —el camino se bifurca, ambos se adentran en el bosque pero uno de los dos me alejará para siempre—, pienso en piedad siguiéndome a cada paso

todos estos días se apretan entre sí, se funden y apelmazan, las ausencias me desdibujan por dentro, me gustaría emborracharme contigo, escribe juank, no sé qué responder, qué quiero responder, nu nu, quiero responder

no contesto. más tarde enviará una tontería acerca del festival ése, el faraday, yo contestaré otra y habremos borrado la frase de la lista de cosas incómodas, nadie es tan tonto como para no darse cuenta de qué coño está pasando, casi como un pacto de no agresión

steve mcqueen, el hombre perfecto, conduce un ford mustang en la escena que todo el mundo recuerda de bullit, de peter yates. ralentizo las imágenes, las congelo, suena una música extraña y hermosa —arthur de eriomém, drowned by voices (japanese traditional music for four shakuhachi discovered by riley kelly lee and ralph samuelson)—, siento un nudo en la garganta, hoy llevo una camisa horrible, apenas puedo concentrarme, tres plátanos, mandarinas, naranjas y manzanas

un cartel que anuncia una reunión de vecinos para el próximo lunes, impresora de color, el título en rojo y el mismo tema de siempre, el ascensor, aburrimiento y paredes sucias, los vecinos invisibles