jueves, 7 de abril de 2011

sueño una casa que no es la mía, grandes espacios vacíos, escaleras metálicas y acristaladas, una finca moderna y aséptica. vicenç vendrell habla por teléfono en uno de los rellanos, paso junto a él, me fijo en sus sebago de color marrón rojizo, nos miramos, está más delgado, más gastado, no tenemos nada que decirnos

un tren a barcelona, es sábado por la noche, mis amigos estarán por allí, en el apolo, en no sé qué concierto al que no he querido ir pese a su insistencia. bajo en sants estación, camino a través de la plaza en dirección a la calle tarragona, me cruzo con personas vagamente conocidas, llevo un libro y una grabadora en una bolsa de plástico, también un teléfono

camino paral·lel en dirección mar, llamada perdida de daniel, son las once de la noche, llamo a nu nu, dejo un mensaje en el contestador de su casa, me encuentro con juan carlos sánchez —estudiábamos juntos: ahora es alguien especializado en gestión informática o algo así de provechoso—, cuánto tiempo, insiste en unas cervezas, acepto, me largaré en cuanto pueda, el bar está lleno de gente, él se encuentra con conocidos a los que se abraza, vuelvo enseguida, le digo

camino desorientado. paso por una fábrica de loza en un callejón escondido que me obliga a volver sobre mis pasos, un coche conduce lentamente por la acera, obligándome a bajar. al pasar por el lado del conductor veo que no tiene ojos, tan sólo unos párpados secos y amarillentos, vacíos, está sonriendo, casi como si se diera cuenta de todo. vuelvo a llamar a nu nu, esta vez al móvil, otro contestador diferente, te quiero, despierto, seis y cuarto, tres, doce y media, jueves, pum