martes, 15 de marzo de 2011

sueño que vivo con nu nu, yo preparo la cena, ella llega a casa de noche y tiene los bolsillos del abrigo llenos de piedras, por qué, le pregunto, las pusiste tú, me responde, no lo recuerdo, no importa, me dice, apenas pesan, me abraza, me besa, me desnuda y apaga la luz, siento cómo desaparezco en su boca, acaricio sus mejillas, su pelo es diferente al tacto, siento miedo, ahora es alguien desconocido, alguien a quien no puedo ver, quizás intuir, sueño que me corro sin orgasmo y ella enciende la luz, tu leche me da asco, dice, escupiéndola en el suelo

pero no es ella, es lourdes quien me mira y despierto empapado, el sudor me pica en el pecho, son las tres de la mañana —la peor hora para despertar, pablo siempre decía eso, enormísimo acupuntor coreano—, me lavo la cara, orino, abro un poco la puerta de la habitación, la que da al patio, está lloviendo, el aire frío me calma, volveré a dormir hasta

el botón de pausa. esta mañana hemos tenido un buen rato los ordenadores apagados en el estudio. existe una creencia en mi trabajo según la cual los ordenadores se joden con las caídas de tensión, puta fecsa, puta endesa, puta vida. así las cosas, es preferible pararlos —el hecho de que todos estén conectados a varios sais no es tenido en cuenta, pero ya desisto de hacer según qué preguntas— a comprar equipos nuevos, total. he estado dibujando un buen rato —redes, son mi última obsesión— mientras escuchaba no sé qué de beethoven en la radio a pilas. lo realmente precioso era la luz que entraba por la ventana, amarilla, gris, llena de polvo en suspensión y electricidad, bañándolo todo y el sonido de los truenos