domingo, 6 de marzo de 2011

sueño que he comprado un piso, un ático pequeño en una ciudad también pequeña. desde la terraza se ven los tejados de los vecinos, ligeramente más bajos que el mía. mi casa nueva me hace feliz, no es bonita pero es mía, he hecho grandes sacrificios para poder estar allí, estoy ilusionado, pienso que tengo la vida por delante. todas mis pertenencias están en cajas que debo subir a través de una escalera estrecha, así que, por comodidad, hago varios viajes en el ascensor hasta darme cuenta de que todas esas cosas que forman mi vida—libros, ropa, todo eso— no caben, que cada vez hay menos espacio, es imposible que todo porque las habitaciones ya están llenas y ni las puertas se pueden cerrar

la sensación de felicidad del principio se transforma en una angustia creciente: he gastado un dinero que no tengo en algo que no sirve para nada. lloro en sueños porque siento que he cometido el error más grande de mi puta vida. podría deshacerme de las cajas, quedarme tan sólo con lo imprescindible, pero tengo miedo porque yo soy esas pocas cosas, todo lo que soy está en esas cajas, qué haría sin mis libros, sin mi ropa vieja, sin mis zapatillas. salgo a la terraza—es cuadrada, tiene toldo, es diminuta— y en la antena de televisión de la casa vecina hay una cabeza de muñeca sin ojos. despierto, domingo, mañana es fiesta, también vuelve a ser domingo