miércoles, 8 de diciembre de 2010

un cocker spaniel de color blanco y marrón claro atado a una papelera. el amo es la única persona dentro de la panadería, una bolsa de papel con una baguette

un pareja que fuma. él, increíblemente gordo y con forma de huso, echa el humo por la nariz. tiene la cabeza pequeña y afeitada, barba canosa y un chándal de color azul marino. ella es delgada, la imagino desnuda, el pecho caído, las manos suaves y frías mientras le masturba

en la mesa de al lado del self service, dos mujeres y un hombre, todos en los cincuenta. él mantiene un discurso lineal trufado de sandeces con la política como tema de fondo. las mujeres escuchan con atención. detrás de ellos, una chica acaba su plato de verduras mientras los mira de reojo. come sola y ha cogido uvas de postre

compro un jersey de lana en el h&m de rambla canaletes. marrón oscuro, con botones grandes y bolsillos, parece confortable. en la calle hace calor por primera vez en muchos días. míriam lleva las botas rojas que le regalé hace un par de semanas y sonríe al salir del metro

delante de mí, una chica se pinta los labios de rosa, después juega con el móvil. mi reflejo en el cristal del vagón, el peso del macuto con el portátil y algo de ropa, las tres de la tarde en punto

the crazies, de breck eisner, y un cuenco con palomitas. ya es de noche, cambiamos de canal, ella se queda dormida y yo dejo varios capítulos de house hasta la una de la madrugada, después apago la televisión y intento dejar la cabeza vacía para poder dormir. por la mañana intentaré descargar una copia con imagen y sonido sincronizados de gone, baby, gone, de ben affleck

la vida mancha, es un hecho. estamos dispuestos a ello? qué hacer cuando sentimos asco de nosotros mismos y de los demás? qué hacer cuando la náusea va en aumento? no sé tomar decisiones, tan sólo camino en aparente línea recta. encontrar un camión cruzado en la autovía es sólo cuestión de tiempo

más crisis desde hace unos días. los mensajes sin respuesta se acumulan en la bandeja de entrada. la distancia entre lo que quiero decir y lo que finalmente digo está separada por una distancia —llamémosla equis— y unida por una curva, en cuyo vértice —llamémosle y griega— se halla el punto de realidad, algo cada vez más vago, efímero, lejano. ésta y no otra es la estructura de las parábolas