miércoles, 1 de septiembre de 2010

una ventana. todo el mundo parece saber cuáles son los pasos a seguir en cualquier momento, sin el menor asomo de inocencia o improvisación

una calle. criaturas de veinte años con los brazos llenos de tatuajes, madres que gritan a sus hijos, ciclistas que pedalean sin más preocupaciones, mesas llenas de vasos vacíos en ese bar y en ese otro, siete menos veinte de la tarde, primer día de septiembre

ignoro cuál es la mecánica de sus actos, qué hay detrás de cada tatuaje, de cada hocico pintado de rouge, de cada grito al chiquillo, de cada mano levantada, de cada botella caliente y cada cenicero lleno. ignoro cuál es la mecánica, en qué punto estamos de la línea, por qué seguimos pedaleando

de todas maneras, estas últimas tardes son agradables porque me encanta la sensación de tener la cabeza vacía y blanca por dentro, sin muchas lágrimas, sin sonrisas, sin metas ni pollas así. todo está bastante lejos de tener que hablar deprisa expresando ideas y verdades luminosas, de planear, proyectar y trazar, de especular, como si únicamente bastase respirar el aire caliente de la calle, esperar el otoño, caminar así de lento, seguir un ratito más con los ojos cerrados mientras ahí fuera todo quema, no sé