martes, 18 de mayo de 2010

(el otro día estuvimos en otro bar, uno en una calle pequeña de casas viejas, por detrás del mercado. había una televisión con un partido de tenis sin volumen y una radio hilvanando canciones fáciles. bebimos cerveza y planeamos algo para el futuro. había también una chica preciosa leyendo el diario y míriam me contó de ella, de helena. pensé que la piel sólo podía lloviznar historias tristes, que no podíamos ganar ni aquí ni allí)