domingo, 18 de abril de 2010

pienso obsesivamente en la extinción de los dinosaurios. pienso en mi padre y en que no me cuesta reconocerle allí, en el escenario, oculto a todos salvo a mí, mirándome fijamente, recordándome que él siempre lo ha hecho todo lo mejor que ha sabido. pienso en christian shephard y pienso en el tío que está a mi lado, el veinteañero de la grabadora en mano, y la chica que va con él. estoy en una nube, dice ella. es que ha sido muy, muy grande, responde él. pienso en michael nyman y los treinta y ocho euros de la entrada. pienso en su desgana y sus gafas redondas, en su actitud funcionarial ante un público entregado aún antes de empezar. pienso en su pijama y sus zapatillas, en michael nyman cagando, riéndose de todos. pienso en las mismas canciones —una agradable ensalada de bandas sonoras, frenética y delicada a la vez—, tan vacías como mi cabeza

en fin. que el día es gris y frío en la parada del autobús. que las cenizas derriban aviones. que tengo hambre porque no he desayunado. que me pasa algo y no sé qué es. que he soñado con el trabajo, con un bucle de esos en los que tengo la sensación de estar reviviendo la misma escena toda la puta noche. que he despertado tres veces y lo de siempre. que los centros comerciales son tan tristes como los restos de un naufragio