miércoles, 3 de marzo de 2010

(me gusta tàpies. me gusta de qué manera desnuda la realidad hasta regalarnos su pincelada última de vida, su espíritu. me gusta el alma de la materia de tàpies, el bellísimo orden cósmico de cada mancha, de cada superficie que, en sus manos, se hace infinita. me gustan sus silencios tranquilos, la calma zen con la que afronta la muerte inminente. me gusta que no haya evolucionado en cincuenta años y que todavía siga provocando interrogantes entre el público)

(tàpies habla en la televisión, un documental a medianoche. tiene motivos para ello pero ahora no recuerdo cuáles. las imágenes son antiguas o, por lo menos, no son de ahora. el tàpies de ahora apenas habla y apenas se mueve, porque es casi como el mismo polvo de mármol con el que es capaz de crear el mundo una y otra vez sobre sus lienzos)

(tàpies es una mancha de barniz que tardará en secar. tàpies habla en la televisión, las noticias del mediodía. el tàpies de ahora se pasea por su fundación y se deja querer por los grandes nombres del mundo del arte. todo son sonrisas y animadas conversaciones. distingo la cabeza afeitada de valentín roma. distingo su sonrisa y su oreja derecha. distingo también la niebla de recuerdos que nos une. muevo la mano y dibujo una línea que nunca será, como una curva que se acaba desvaneciendo muy lejos de mí. me encuentro en paz, casi como si el mismo tàpies me hubiera bendecido con su abrazo)

(llueve. ayer bebí mucho jarabe para la tos y acabé mareado en una nube lenta y blanda. esta mañana tenía fiebre y la sensación de tener demasiado ruido bajo mis pies. todo lo que ha ido sucediendo después sólo ha servido para confirmar lo gris del día)

(la mística en la obra de tàpies; los animales muertos en las fotografías art gay de slava mogutin, benjamin fredrickson o dash snow; los conciertos del fin de semana y el dolor de huesos: soy un animal salvaje que sólo quiere dormir, acurrucándose)