miércoles, 17 de marzo de 2010

los vientos tienen nombre y es imposible que llegue a aprendérmelos. me imagino a mí mismo en la cola del inem, en la cola de la otg, en la cola del supermercado con el bolsillo del pantalón lleno de kleenex usados. qué está sucediendo? tengo cuarenta años y un montón de puertas cerradas. la palabra culpa escrita en la frente. si lo pienso bien, hace seis años que no tengo futuro. si lo pienso bien, esa línea temporal la podemos alargar cinco años más. si lo pienso bien, pocas veces he tenido un infierno tan definidamente infierno como el de los últimos seis meses. llamas y calderas, sí, y un plato de sopa caliente en la mesa, el bienestar que da la clase media. si lo pienso bien, los dos últimos meses llenos de demonios. si lo pienso bien, elijo no pensarlo, seguir con las puertas cerradas y borrar concienzudamente las caras de todas las personas que he amado. en todas esas cosas pienso mientras espero mi turno en la vida moderna

los vientos tienen nombre y no soy capaz de escribir más de tres o más de cuatro. dentro de dos días será primavera, el viernes tocarán yo la tengo en el apolo y yo seguiré esperando en cualquier cola, con el corazón lleno de ilusiones vagas, de esas que apretan y te hacen pensar en el cráter que dejan las bombas al estallar. buh, me digo. un estudio antropológico forense no arrojaría resultados concluyentes. ayer fue acupuntura, hoy fútbol, mañana yo qué sé. una certeza: han quedado lejos los tiempos en los que era invencible. otra certeza: hoy sólo soy excusas y luces de neón

levanto el dedo. en la pizarra hay diagramas de venn dibujados con tizas de colores. teoría de conjuntos, peras, naranjas y manzanas, yo, tú, él, nosotros, vosotros, ellos. tengo ocho años y necesito salir de la clase