lunes, 8 de febrero de 2010

todo va a ir bien, dice S, y yo intento creerlo con todas mis fuerzas mientras miro sus manos y el color que pinta sus uñas, oscuro y precioso como ella. todo va a ir bien, repite mientras avanzamos entre la gente que camina la rambla. en unos minutos estaremos en el viena de la calle pelai: una cocacola y una especie de bocadillo vegetal para ella y una infusión para mí. las mesas estarán llenas a las diez de la noche. las mesas, si las miro detenidamente, estarán vacías porque el mundo habrá desaparecido esta misma noche, a las diez en punto

todo va a ir bien, dice S, y yo quiero creerlo mientras pienso en sus palabras y intento construir la realidad tal y como ella la percibe, como un tapiz infinito en el que todas las posibilidades reverberan sin principio ni fin, contaminándose, manchándose entre ellas, un drone como único impulso vital. sería bonito que todo fuera así, pienso, porque aún podríamos pensar en salvarnos de todo ésto. sería como recibir las instrucciones de uso de la bomba en el último minuto

qué nos salva? la huida al norte, dice juank. el norte es manresa, el norte es girona, el norte es zugarramurdi y incluso las islas shetland, tan lejos que ni siquiera. el norte es suecia, añade él. el norte es cualquier sitio en el que nuestra vida sirva para algo. no tenemos norte, pienso. no tenemos un millón de cosas y todas se resumen en que no tenemos ni norte ni brújula ni

míriam se zambulle en los crucigramas de la vanguardia con una concentración que no conviene perturbar con tonterías. miro el partido de fútbol sin interés. si corto el cable rojo, estallamos por los aires. si corto el cable verde, estallamos por los aires. qué sucede si enfrío los circuitos de la bomba? sucede un gol imposible de messi, otra cerveza sin alcohol, sucede una tarjeta roja y el culo de esa chica cuando se levanta a comprar tabaco, porque es sábado y S ya dijo que