martes, 7 de julio de 2009

en la escena final de la flaqueza del bolchevique, de manuel martín cuenca, pablo pierde la mirada en el muro de la celda y allí encuentra el momento mágico en el que maría emerge de la piscina. la felicidad vuelve a abrazarle aunque sea por un instante, aunque la pared sea infinita

(paredes. en mi celda no está maría pero sí hay un millón de recuerdos vinculados a una felicidad íntima, algo que no puedo, ni quiero, verbalizar. sólo sé que me acerco a pablo y mi mundo también se tambalea. una llamada de teléfono de S)

(puedo tenerlo todo y elijo no tener nada. puedo, no puedo nada. qué me hace buscar cobijo en otra piel, otro corazón? la necesidad enfermiza de ternura, de dormir para siempre el perro rabioso del sexo. jugar siempre con la víscera equivocada)