jueves, 18 de junio de 2009

obedecer, porque obedece el buen soldado. nuestra vida transcurre mansamente a las cinco de la tarde, en silencio ante la pantalla del ordenador, distrayéndonos, dispersándonos, babeando con los ojos casi cerrados. no puede ser sólo el calor lo que nos arranca la fuerza de las manos, los latidos del corazón, el deseo de la polla. tiene que haber algo más, algo que se esconde debajo de la cama y que cada noche se empeña en hacernos suyos, susurrándonos que no valemos para nada más que para ser oficinistas