una mujer muy delgada, vestida de negro, tacones, gafas de sol, mirando al suelo, caminando deprisa
una pareja joven, él lleva un niño en brazos, le acaricia la espalda, ella le habla, le cuenta de alguien a quien han despedido, él resopla, no sonríe, está lejos, como ausente
un chico que asiente, incluso el jueves sería mejor porque cogería la furgoneta a las dos y a las siete podría haber terminado
una adolescente pelirroja que mira desconfiada, un autobús a lo lejos, tres bares vacíos, un coche en doble fila
avenidas amplias, arboladas, colmenas de pisos de ochenta metros cuadrados y piscinas llenas ya en abril, sin problemas para aparcar. un descampado cubierto casi por completo de vegetación. en el centro, una cabina de chapa oxidada y una grúa desmontada en el suelo. una valla metálica alrededor. plantas de flores amarillas y lilas. un buen sitio para esconderse si quisieras jugar a no crecer
vallas publicitarias invitándonos a una vida diferente en aragón, coches último modelo. si te acercas lo suficiente, verás que son ocho fotos en mosaico, cuatro arriba y cuatro abajo, siempre con defectos de montaje. la realidad imperfecta hecha de puntitos de cuatro colores diferentes formando rosetas
más allá, un parque con el suelo de tierra, pinos viejos y eucaliptos jóvenes, una fuente seca. la próxima construcción de ciento veintiséis viviendas de protección oficial convertirá el cielo en un muro de cemento y cristal. el calor será infernal